Se suele considerar que seis meses es el tiempo necesario para adaptarte a un nuevo país. Llevo ya algo más de seis meses en Madrid tras vivir dos años en Londres, así que imagino que estoy integrada de nuevo en la vida española. Todo lo integrado que uno pueda estar, I mean.
Definir el término integración es una tarea escurridiza que no tengo intención de abordar en este momento. En todo caso, estar integrado no significa que un@ no eche de menos cosas de su anterior vida, ni tampoco que le siga costando aceptar que las cosas por aquí sigan como siempre. Se puede decir que hay integración siempre que esos parámetros de nostalgia y rechazo a costumbres concretas se mantengan en niveles aceptables. Eso suscita la pregunta de quién define la magnitud de lo aceptable, para quién y en qué circunstancias, pero en fin, la cosa es que estoy razonablemente cómoda en mi nueva ubicación, aunque eche de menos algunas cosas de mi vida en La Pérfida.
El tiempo en Madrid últimamente se parece mucho al de Londres: tenemos esponjosas nubes, lluvias intermitentes, asomos de sol, árboles muy verdes, florecitas en el campo etc etc.
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Eso sí, ni rastro de ardillas o zorros en los jardines que veo desde mi ventana ni en las inmediaciones de mi casa. Por el mismo precio me ahorro los caracoles y las babosas que forraban mi calle del SouthEast London, pero también las rosas y las plantas aromáticas. Quedamos en tablas, supongo.
Como se ve, tengo episodios de flashback a mi vida inglesa, alimentados en ocasiones por la lectura de la prensa o de las bitácoras de amigos que aún viven en la capital de La Pérfida (blog de Ignacio y blog de Sirventés). Intento no dejarme llevar mucho por esa nostalgia, porque sé que vale para poco y en cambio tomo notas mentales sobre viajes relámpago a Londres para volver a ver tal o cual cosa y sobre propósitos de sacarle el jugo a Madrid, porque la clave del disfrute y de la intensidad no está tanto en el qué o el dónde sino en el cómo.
Ayer experimenté un intenso viaje virtual a Londres. No era para menos, ya que dos equipos ingleses se jugaban la final de la Champions League en Moscú. No soy muy futbolera, pero tenía cierta curiosidad por el fenómeno, porque tanto Manchester como Chelsea son equipos que me resultan familiares. A pesar de ser (o haber sido) una Londoner, me cae mejor el Manchester, porque el Chelsea tiene un tufillo pijo y prepotente que no me va (y porque además ganó al Valencia en un partido que presencié en un pub con mi ex flatmate Patrick).
En la CNN hicieron una cobertura bastante extensa de los previos al partido, la atmósfera en Moscú, las predicciones de resultados y yo tenía muchas ganas de conocer el desarrollo de aquello, pero no tanto por el partido en sí, sino por el seguimiento de los hinchas. En la televisión norteamericana conectaron con el ambientillo de un pub irlandés del centro y al parecer el público estaba dividido mitad y mitad a favor de uno y otro equipo. Gran parte de la gente estaba fuera del pub, en camiseta y las caras eran las de siempre.
Estuve imaginando cómo sería esa noche en Londres, porque seguramente yo hubiera visto el partido en algún pub o en casa y habría tomado notas para este blog. Visualizaba fácilmente la media pinta de Stella y las vinegar chips en un fondo de mesa de madera. Eso hubiera significado que yo seguía viviendo en Londres tras terminar el master y que habría encontrado un trabajo.
En función del tipo de trabajo y de su ubicación seguiría viviendo en mi antigua casa o no, y también en función del curro probablemente habría ampliado mi círculo de amigos. A su vez, eso habría borrado del mapa estos seis últimos meses, mi Pilates, mis clases de natación, los proyectos que iban a ser y no fueron, los encuentros con mis amigos que sí fueron y están siendo, la vida familiar, los post que he escrito desde entonces etc, etc.
En fin, lo dejo aquí, porque imaginar estas cosas te sume en una espiral de conjeturas que tiende a producir vértigo.
La cosa es que al final “como muchos de vosotros ya sabréis- ganó el Manchester. No vi el partido, porque no tenía sentido, dado que a mí lo que me interesaba era el contexto y no el partido en sí. Lo habría visto si pudiera conectar el Sky News o alguna otra emisora británica. Lo que sí vi a cambio fue el Europasión, el programa de TVE1 sobre cómo unos cantantes españoles de Eurovisión reinterpretaban temas de otros.
Más allá de la irregular calidad de canciones e intérpretes y de los paralelismos que pude establecer entre cantar y escribir, me resultó curioso conocer y recordar cosas sobre los representantes hispanos de aquellos años, de la relación de la España de entonces con la Europa de entonces y reencontrarme con aquel mítico concurso llamado “Hola Rafaella” de hace un puñado de años (la cantante italiana Rafaella Carrá presentaba un programa.
Así que en lugar de ver el final de la Champions en un pub de Londres me quedé con los La, la, la, los Eres tú y los Vivo cantando interpretados por Rosa, Sergio Dalma and company. Un@ puede tener la impresión de que salí perdiendo, pero también puede recordar lo que decía Chesterton sobre que el auténtico aventurero no es quien da la vuelta al mundo, sino el que es capaz de saltar por encima del muro del jardín de su vecino o aquello que dijo sobre que el hombre moderno viaja a lugares exóticos para huir de la calle donde nació.
© 2008-2005; Elsinora Bonasera.
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Chelsea pijo? Pues será por el nombre. Sus “fans” son reconocidos como los más animales de los equipos grandes. Después del partido la montaron en la zona de su estadio, donde habían estado viendo le partido en los pubs. Policías heridos, hooligans en comisarÃa y unos pocos cerebros sin usar desperdigados por la calle.
Aparte de eso, Inglaterra se paró en seco, y el país está dividido entre los que lloraron con Terry y los que se grabaron los lloros y se los pasan una y otra vez para su placer.
Por lo de Eurovisión… UK está de luto después de que el ChikiChiki le pasara la mano por la cara al representante británico… hay que ver.
Sí, es cierto, más que pijo debería decir “prepotente”; se me colaría por el barrio. Cierto tipo de pijería, especialmente la impostada (sobre todo en fútbol), ese sentimiento de creerse mejor que el resto, deriva en prepotencia. Es como la fe del converso que le lleva a extremar la postura.
Gracias por la crónica, Sirventés. Me ha encantado eso de “unos pocos cerebros sin usar desperdigados por la calle” (aunque son tristes ambas cosas, pero en fin).
Y es una lástima que una canción como la inglesa quedara tan mal. Me da que influyeron muchas razones extra musicales: una especie de venganza por lo mucho que pasa UK de Europa, cierto racismo probablemente, que la puesta en escena fuera pobre visualmente.