El verdadero esperanto

Estoy en la biblioteca buscando un libro que se me resiste. Lo tuve que devolver sin haberlo terminado de leer “era un libro de préstamo corto, aquí tienen al menos tres variedades de préstamo- y ahora no lo encuentro. Llevo viniendo a esta biblioteca varios días y la conozco medianamente, sé en qué se parece y en qué se diferencia de la de Ciencias de la Información de Madrid, por ejemplo. O de la biblioteca pública de mi barrio. Sé dónde están los ordenadores para hacer las búsquedas. Sé dónde está el baño. Dónde puedo usar el móvil y dónde no. Sé que las sillas son bastante incómodas y que es importante ponerte debajo de un fluorescente, porque están dispuestos de forma diagonal a las mesas y es fácil que te toque un lugar sin luz (en Inglaterra, en general, me parece que las cosas están mal iluminadas, será manía de persona de país soleado¦ o manía de lectora que necesita buena luz). Sé que está prohibido comer y beber pero que casi todo el mundo saca su botellita de agua (sólo de agua) y la va bebiendo despacio, con cuidado de no derramar nada, y sin hacer ostentación. Sé que algunos se quitan los zapatos y que otros estudian con abrigo y bufanda porque realmente hace bastante frío a pesar de un engañoso termómetro que marca 22ºC. Y sé que algunos creen en la temperatura de ese termómetro o que de algún modo la sienten, porque estudian en camiseta.
Me dirijo hacia la estantería de la crítica literaria, la zona de los 801. Una vez, allí oigo y veo a un chico y una chica que tontean a metro y medio de mí. Es casi una escena de Woody Allen, o de cualquier cineasta de cualquier país o de cualquier año en cualquier biblioteca universitaria. Hablan bajo, pero no lo suficiente, se ríen por todo y por nada, saben que deberían estudiar pero lo que les pide el cuerpo no es precisamente estudiar. Una escena visual en Inglaterra te produce siempre una sensación extraña, porque de repente dominas todo el código, todo es igual, tu complicidad con la escena es máxima. Te adueñas del espacio. Sabes qué ocurre, qué ha ocurrido y previsiblemente qué va a pasar. Te sientes adulto y sabio (el adulto básicamente es el que puede prever en función de su experiencia) y de algún modo te gustaría participar en la escena. Aprovechar tu conocimiento respecto de lo que ocurre. Decirles algo, siquiera en inglés, que haga patente que tú estás ahí, que esta vez sí sabes lo que pasa, que te parece muy bien, que te sumas a ellos, que tú también has hecho algo parecido. Pero entonces ya han pasado los tres minutos que estas cosas suelen durar en una biblioteca tipo y se van hacia unas mesas o hacia la salida y se hace el silencio y tú vuelves a estar en la biblioteca de una universidad de Londres, en medio de un montón de libros en inglés. Sin complicidad ni chispa a la vista. Sólo la fila de los lomos con el 801 anotado, más o menos estropeados. Y ninguno es el tuyo.

4 respuestas a «El verdadero esperanto»

  1. ¿Con que “semos” adulta …? Bueno a mí me gusta más ser adúltera…
    Pero sí, comparto la sensación, bien descrita. Acertada.

  2. Hola Elsinora, este me ha gustado mucho. Todos están muy bien y son muy divertidos. ¿Por qué el de la tostadora es tan corto? Con lo divertidísimo que es, te quedas como en un coitus interruptus porque de repente se acaba…

  3. Angelina Jolín: Se puede ser adulta y adúltera a la vez, de hecho en Occidente es difícil ser adúltera sin ser adulta, adulta al menos por edad.
    Marga: Me alegro de que te gusten los post. La tostadora en su momento no dio para más pero quizá la cocina en sí mismo lo haga más adelante.
    Gracias a ambas por animar el blog.

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