La historia interminable

Cualquiera diría que en mi hombro izquierdo se esconde la piedra filosofal o algo, a juzgar por todas las dificultades que nos salen al paso a la hora de “cartografiarlo” y “circunnavegarlo”.
Ya os conté el primer intento fallido debido a que perdí los papeles en el momento Pato borracho. Hace un par de semanas por fin conseguí­ que me hicieran la famosa ecografí­a y encima del hombro correcto.
La radióloga (¿ecógrafa? no sé muy bien cómo se dice) era muy amable y tenía ese puntito didáctico que me gusta que tenga la gente experta con la que me cruzo cuando lo que está en juego me interesa (no es lo mismo que te cuenten lo que le pasa a tu cuerpo que te expongan los problemas de las antenas del TDT, por ejemplo).
Así que me estuvo explicando grosso modo (que no “a grosso modo”, la “a” ya está incluída en la declinación del término) lo que veí­a en la ecografía y lo que podí­a significar, y los posibles tratamientos. Me comentó que ellos pasan este tipo de pruebas a la Seguridad Social a través de una intranet, con lo cual en una semana podí­a pedir cita con mi médico de cabecera y verla con ella. Dicho y hecho.

Radiografía de hombro
Imagen del Dr Manuel Gonzalez Reyes – Pixabay

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al salir de la eco decidí sentarme en una terracita y relajarme un poco porque confieso que estas historias de las radiografí­as, ecografías y demás me ponen un poco nerviosa. Me pedí un trina de naranja y me puse a trastear en el móvil. En la mesa de al lado una chica que no tendría treinta años, con acento ligeramente catalán, aleccionaba a un tí­o de cuarenta y muchos o cincuenta, con el que trabajaba y que aparentemente era su jefe. Deduje que ella era algo así como relaciones públicas de un sitio de copas y él ocupaba algún tipo de papel de gerente o así­. Debí­an tener algún tipo de parentesco o una amistad previa porque la chica se metía en todo lo que hacía el tipo y este no le paraba los pies. El tipo de interacción no hacía pensar en un rollo sexual entre ellos. Parentesco, amistad previa o que el tipo era un calzonazos, o en términos más técnicos, tení­a un grave problema de falta de asertividad.

No sé si por efecto de las llamadas a organizar mejor su vida de la sargenta juvenil de la otra mesa o por mi propio Pepito Grillo pensó que lo mejor era ir pidiendo cita con mi médico de cabecera para comentar la eco, así­ que me metí­ en la página de gestión de citas del Insalud desde el móvil y reservé con más de una semana para dar tiempo a que subieran la eco y el informe.

Cuando llegó el momento de ver a mi médico, resultó que aunque un icono anunciaba la presencia del archivo de mi eco, a la hora de pinchar daba un mensaje de error de archivo no disponible… Acabáramos. La imagen estaba mal subida, o los permisos de acceso eran incorrectos. Y del informe (en PDF) no habí­a ni rastro. La médico me dijo que bajara a Atención al paciente a pedirles que reclamaran el informe y que dejara mis cosas en la consulta.

Mi visita a Atención al paciente fue toda una experiencia tirando a cómica porque todo parecí­a regido por la ley de Murphy o haber sido fabricado por marca Acme: no tienen el teléfono de los centros colaboradores, el centro colaborador no tiene web, la red va a pedales, en los impresos de citas con este centro el teléfono que aparece es del Hospital Clí­nico de Madrid, cuando a la enfermera peculiar pero voluntariosa se le ocurrí­an otras ví­as la tenían con musiquita todo el tiempo, luego ella decí­a buenos dí­as (aunque eran las cuatro y media de la tarde) y apenas acertaba a explicarse pese a que hubiera explicado lo mismo a varias personas antes y después de mucho pasarle de uno a otro y repetir la historia finalmente consiguió localizar el centro y hablar con ellos, pero resultó que la gente de las ecografí­as no trabajaba los viernes

En todo este proceso debí­an haber transcurrido por lo menos unos quince minutos y de repente apareció por allí mi médico alarmada por la demora. Se puso al teléfono y señaló firme pero educadamente que los problemas de acceso a los archivos estaban ocurriendo muy a menudo y tal y tal.

Mientras discutí­a me pidió que subiera a su consulta y eso hice. La puerta de la consulta estaba entreabierta y allí seguían mi bolso y mi abrigo. Fuera había un par de pacientes con cara de pocos amigos. Sin hacerles caso, pero sintiendo su mirada clavada en mi cogote, entré en la consulta y me senté.

Al rato volvió la médico, me explicó los problemas técnicos que tienen con algunos centros colaboradores, le conté el incidente en la piscina con mi pie derecho y me lo estuvo examinando. Dijo que era una contusión y que iba muy bien y se reabsorberí­a sola. Hubiera hecho algún chiste sobre la capacidad de regeneración de las extremidades de las lagartijas, pero no estaba la cosa para chistes, con aquellos pacientes con cara de cabreo en el pasillo…

Respecto al hombro ya verí­amos, dijo, pero habrá algunas cosas que no puedas hacer.
En fin, pediré cita para dentro de unos días para dar margen para que reclamen y algún espabilado descubra cómo hacer para que los archivos se puedan abrir sin problemas