Curvas Bézier, mindfulness y anacolutos

Dicen los orientales que la atención y la intención lo rigen todo y que sabiéndolas gestionar se puede conseguir cualquier cosa. Así que me siento, abro el ordenador, cojo cuaderno y boli y me dispongo a centrar mi atención en la clase con toda mi intención puesta en ello. Enfoco al profesor y a la pantalla del proyector como si no hubiera mañana. Todo a rojo y par y que se acabe el mundo.

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Elsinora contra los malvados anacolutos I

Hoy mi perplejidad ha vuelto a niveles de cuando vivía en la Pérfida, así que ahí va esta crónica perpleja desde la ardiente piel de toro.

Hace unos meses empecé un curso bastante peculiar. Tiene que ver con el mundo del diseño y las artes gráficas y me ha permitido conocer la existencia de muchas cosas que desconocía y sobre todo, me ha puesto en contacto con unos seres extraños llamados anacolutos.

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¿Recuperación milagrosa o ansia viva?

Tras día y medio de tratamiento de choque a base de hielo, antiinflamatorio y reposo relativo (además de un protector de estómago, no vaya a ser) me empiezo a encontrar mejor.
Cada vez me parezco menos a Chiquito de la Calzada en mi forma de caminar y afortunadamente cada vez me alejo más de la trayectoria vital del personaje de Amanece que no es poco arrancado prematuramente del bancal de Pastora Vega que no hace sino repetir “cojito para toda la vida”.
Aunque a muchos les resultará incomprensible, tanto reposo me abruma, y pese a lo agradable que es por una parte quedarte en casa por la tarde y ahorrarte el frí­o exterior, no tener prisa y no tragarte las apreturas del metro y demás, la lagartija con dedos de percebe se aburre con tantas horas de inactividad fí­sica y tanta escasez de estí­mulo externo. La lagartija Elsie necesita salir a explorar nuevas tapias, escudriñar nuevas piedras. O empezaré a parecerme a un reptil disecado…

lagartija esmeralda

Ansiosa o no, todavía me queda una cierta reserva de sentido común y hasta que mis dedos lesionados no recuperen un “pantone” más tirando a color carne (han pasado de morado-verdoso a una especie de granate), una resistencia estándar al contacto con el zapato y al movimiento en general no recuperaré mis actividades extraescolares.

Pero en fin, ahora mismo entrar y salir libremente o poder subir y bajar escaleras me parecen lujos maravillosos. Qué contenta voy a estar en un par de días cuando pueda caminar sin problemas. Hay que ver lo relativo que es todo, quién me iba a decir a mí hace unos días que me parecerí­a maravilloso poder caminar…
En fin, valoremos lo que tenemos y digamos aquello de “virgencita, que me quede como estoy”.