¿Me he ido de Londres?

Sospecho que sí­, porque cogí­ (tomé) un avión en Gatwick, pero resulta que aquí­ venga a llover y venga a trabajar. Aquí­ estamos mi portátil y yo dale que te pego. La diferencia básica es que cuando me dedico al carapantallismo la ventana no está a la derecha sino a la izquierda, y que en lugar de ver el jardín de los vecinos con sus ardillas y zorros y al fondo el pub Chandos, veo las hojas de los plátanos de paseo, el edificio de ocho pisos de en frente (lleno de andamios) y los coches que se dirigen hacia Moncloa.

Ah bueno, la radio también es distinta: ahora en lugar de escuchar Virgin Radio estoy con Kiss FM (la música no es tan distinta, by the way, lo que es muy distinto es la habilidad de los locutores… cuántas tonterías por segundo pueden decir los de Kiss FM, qué poco vocabulario, qué malos los guiones; Virgin combina la radio fórmula con programas de humor, entrevistas a músicos y demás; pero es que muchos locutores son músicos ellos mismos y eso se nota). Al principio muy principio de aterrizar en Madrid estuve oyendo Máxima (o algo semejante) pero era demasiado tecno para según qué contenidos, así­ que al final me quedé con Kiss.

El curro, eso sí­, ha sido distinto. Me surgió de casualidad (gracias Ch.)y era muy apetecible. Consistí­a en impartir tres dí­as de clases sobre escritura a un grupo de diseñadores. Cuando un@ ha dado una conferencia en inglés en un congreso, y ha participado semanalmente en seminarios de dos horas sobre Derrida y Foucault y autores posmodernos y peleado durante meses con herramientas informáticas diabólicas y un idioma con un montón de excepciones gramaticales dar nueve horas de clase en español a doce hispanohablantes es algo sencillo, aunque te avisen tres dí­as antes.

La cosa es que las sesiones eran de tres horas y media diarias, lo que suponí­a dedicar previamente todo el día para preparar cada clase. Terminé ayer y ha sido una experiencia muy buena: me lo he pasado muy bien, los alumnos han aprendido y es estupendo para el currículum. Pero eso sí­: estoy agotada, el material que necesitas para tres horas tardas unas ocho horas en prepararlo.
Más allá de la lluvia y el curro hay algo que me hace pensar que no estoy del todo en mi casa. Me han cambiado las cosas de sitio.

El primer dí­a que llegué tuve una de Mister Bean total. Para empezar, es levantarme y salir del cuarto y mi boca empieza ella sola a articular un “Morning” bien grande (antes muerta que mal educada, se ve). Pues nada, a lomos de mi “morning” llego hasta la cocina y busco el café. Me encuentro la cafetera en un sitio inusual: una alacena alta. Deduzco que la ponen ahí­ cuando está vací­a en lugar de ponerla en el armario habitual. La desenrosco con diligencia para preparar café nuevo.

Craso error: un chorro de café negro como el carbón se precipita hacia la encimera, mis manos y mangas y el suelo blanco inmaculado. Café negro sobre fondo blanco. En fin. Empezamos bien.

Otra cosa que me chocó fue esa adicción a Camera café. El primer capí­tulo se me hizo muy largo. Vale que tení­a su gracia, pero con la mitad de las historietas ya iba bien, pensé. Pues no, mi familia quería silencio y atención máxima a aquello y de cena, poco. Porque otra moda que han instaurado en mi casa es que ahora apenas cenan (¿conocerán a Averroes?).

Y se ve que yo para eso me he vuelto inglesa (y tragona) y me gusta una cena consistente, aunque la comida la haga más ligera. Ahora ya me he adaptado y simplemente preparo una maxiensalada con rúcula/rocket que mi padre me compra siempre que vengo, con queso de burgos y queso manchego y tomate y un chorrito de aceite de oliva que ellos acaban comiendo, pero hasta entonces todo me estaba pareciendo raro.
No os perdáis el post de mañana, porque tengo noticias calientes sobre la política madrileña.

2 respuestas a «¿Me he ido de Londres?»

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