¿Es un pájaro, es un avión? No, ¡es un anacoluto!
¿Cómo saber que te encuentras ante un verdadero anacoluto? Es fácil. Cuando estás en clase con uno de estos curiosos especímenes, cada cierto tiempo suena una campana indicando que alguno ha recibido un mensaje. Cada cierto tiempo le suena el móvil a algún ejemplar y el anacoluto sale del aula para seguir hablando. Es característico además de los representantes de esta especie que no estimen necesario localizar el móvil cuanto antes ni por supuesto abandonar el aula rápidamente, sino que más bien encuentren divertido llenar de ruido la clase.
En sus momentos de inspiración incluso verás a algunos anacolutos poner la música en el móvil (a bajo volumen, eso sí, pero el reguetón no te lo quita nadie) y comer kikos o nachos para que la edición de fotos les resulte más amena. También es muy habitual que canturreen, hablen solos soltando sonoras carcajadas o sonoras palabrotas si algo no les sale bien o incluso que jueguen a Candycrash (en el rato que no tienen puesta la música, eso sí).
En cualquier caso, la última tendencia primavera-verano entre los anacolutos adultos es hacer pompas de chicle en clase y que exploten ruidosamente. Parece que los anacolutos tuvieran cierto “horror silenci“, cierta nostalgia de la feria permanente en la que parecen vivir fuera de la academia. Y lo curioso es que en su mayoría estos anacolutos no son nativos digitales, por lo que no deberían necesitar tanto estímulo todo el tiempo.
La cosa es que después de exponerme generosamente a estos ruidos y olores y demás distracciones, mi compañera se lamenta amargamente de que va solo por el paso 5 de un tutorial de 15 pasos, “pero tú vas mucho más adelantada” añade con cierto tono de queja o de envidia. Me muerdo la lengua para no decirle que quizá el hecho de no jugar a Candycrash y seguir atentamente la explicación del profesor tengan algo que ver con ello, por no mencionar que yo sí sé descomprimir archivos.
De regreso a casa en metro consigo milagrosamente un asiento. Lo siguiente que ocurre es que una chica con físico de luchadora de sumo se me incrusta en el asiento de al lado. Cuando por fin se va, recupero mis dimensiones habituales y empiezo a respirar, dos monjas se instalan de pie a mi lado. Llevan velos completos y hábitos largos. Sólo ver su atuendo en pleno julio hace que tu temperatura corporal suba cinco grados. Una de ellas se debe creer incorpórea de puro espiritual porque me restriega la falda del hábito contra las piernas desnudas como si tal cosa…
Como veis, lo que más estoy practicando este verano es la respiración profunda… Ohmmmm.