Terror en el hipermercado

Ayer tuve una visión. De las terroríficas. Eran dos esferas enormes, blancas, que me miraban fijamente desde el otro lado del espejo. Era por la tarde y yo estaba girada en el vestuario del gimnasio.

Y sí, tu deducción es acertada, las esferas estaban acopladas en el lugar en el que la espalda pierde su noble nombre y empieza a llamarse “qué he hecho yo para merecer esto”.

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