El minifundio según los paisanos de Copérnico

Torun es una ciudad del norte de Polonia, conocida porque allí nacieron el célebre astrónomo Copérnico y los famosos Piezeswki, la familia de mi flatmate Jakob, pioneros de una nueva aplicación del minifundio al ámbito urbano.
Los padres de Jakob, Magda y Janus, han venido a Inglaterra por unos días. Parte de estos los han pasado con su hijo mayor en Southampton (a unas 2 horas y media de la capital) y el resto con Jakob, en Londres. En nuestra cocina, mejor dicho. Magda y Janus son muy majos, pero quizá por una nostalgia mal entendida o quizá por amor filial de Jakob -o quizá simplemente porque arden en deseos de lanzarse al capitalismo tras tantos años sin acceso a los medios de producción- explotan intensivamente los recursos de nuestra casa. Y no sólo ellos. A esta escuela de pensamiento también pertenecen los dos amigos larguiruchos, el informático y el otro que parece un famélico cantante de rock (piel y rasgos pálidos, coleta de pelo liso castaño, un cierto aire de persona insana o infraalimentada a pesar de sus dos metros de altura). Estos dos, gracias a Dios, y gracias a que sólo disfrutan de un puesto intermedio en el ranking del top ten de los okupas de la banda de Jakob (donde esté una madre, que se quiten los amigos larguiruchos ;-))) se han ido con la música a otra parte estos días, ocupando así un segundo plano en mi paisaje doméstico.
Y también está el inefable Mihal, a quien tengo cariño y a quien trato de ayudar lo más posible porque su vida aquí -Englishless y jobless, por así decir- debe ser muy dura (y de quien he sabido que estuvo trabajando dos semanas y en vista de que no le pagaban se fue), cariño y protección que está poniendo a prueba por su omnipresencia en la casa. La obsesión de Mihal es Internet, navegar y hablar por el Skype. Tiene larguísimas conversaciones, con frecuencia desde la cocina, porque el wireless últimamente no va bien (ponga un informático a solucionar sus problemas y verá qué rápido los problemas ocasionales se vuelven periódicos; véase Polacos de Polonia ), con lo cual me ves a mí tratando de cocinar lo más rápido posible para no molestarle pero también porque él me molesta (en todo movimiento hacia la nevera o hacia los cacharros debo evitarle o rodearle) y el tipo ahí sentado raja que te rajarás, media hora, una hora, una hora y media sin parar, con sus cascos y su micrófono de telefonista (es cierto que hace ademán de apartarse cuando me acerco) y sus eses eternas (sambsonska svonssska piessvonsky esvonsky, por ejemplo). Algo genético empuja a los polacos al largo aliento, porque Jakob cuando se pone también es de temer. Por otra parte, Mihal viene a casa a diario, con o sin Jakob. Si éste no está, te puedes imaginar quién le abre la puerta, aunque en ese momento esté disfrutando de un fantástico baño.
No contentos con… (Continuará)