Por más que me esfuerzo en hacer memoria sobre lo que pedí en los múltiples sitios por los que paré en mi largo sábado de vida social por las calles de Madrid no recuerdo que en ningún momento pidiera un trago de lejía o de alcohol de quemar. Pero a juzgar por los resultados, cualquiera diría que en lugar de tónica, zumos y de carne a la plancha cayeron varias rondas de disolvente con fabada y callos.
Ya no sé si es que definitivamente mi Pitonisa Lola de las intolerancias alimentarias erró el tiro por completo o si es que mi estómago es como la piel de la princesa del guisante del cuento.
La cosa es que el domingo después de un largo sábado de aperitivo más comida, más café (té en mi caso), más cena (con más té en lugar de postre) amanecí como si me hubiera tragado un cactus del desierto, y como si luego el cactus reseco se hubiera incendiado formando un gran volcán. En los momentos regulares me sentía hambrienta, llenísima y como un globo y en los momentos peores el humillo del volcán o el vapor del chorrito de lejía devoraban primero mi estómago y luego el pecho y la garganta.
Diréis que soy una exagerada -y puede que lo sea en pro de la viveza del relato- pero la verdad es que albergar en el tórax un volcán no tiene nada de divertido y no se lo deseo a nadie (aunque hay varias personas que se lo merecen).
De momento, mi médico de cabecera ha traducido mi escenografía desértica de cactus incendiados y volcanes en una posible hernia de hiato y me ha indicado que me dé al omeprazol, que eleve las patas de la parte de arriba de la cama 7 cm y que siga comiendo como una abuelita (es decir, evitar lo que irrita el estómago: cítricos, picantes, tomate, café, menta, bebidas con gas, alcohol, fritos, salsas, grasa) y que si no mejoro completamente vuelva en una semana para hacerme pruebas (imagino que con el equipo del National Geographic, dada la composición de mi tórax).
Así que, en fin, me alejaré por unos días de los chupitos de lejía y dormiré en plano inclinado a ver si mejoro. Pero seguro que con una dieta a base de manzanilla y puré de patata con jamón de york mi vida social se va a resentir de lo lindo, ya imagino la escena:
-¿Qué va a ser?
-Cuatro cañas y una ración de calamares para mis amigos y para mí una manzanilla y una tapita de arroz blanco.
Panorama criminalístico donde los haya, pero en fin.