Noticia de un asombro

Llevo días esperando y al mismo tiempo temiendo este momento. Tení­a muchas ganas de sentarme a recordar y recrear y compartir con vosotros la gozada que fue ver el espectáculo de baile de Merce Cunnigham en el Téatre de la Ville de Parí­s, el museo Carnavalet y el museo del Quai Branly, pero resulta que es una tarea ingente y que tengo casi todas las papeletas para quedarme lejos del objetivo.

En el caso del ballet es fácil reconocer la dificultad que tiene trasladar una experiencia estática (visual y kinestésica/cinestésica) a un discurso lingüístico, por las diferencias que hay entre la naturaleza de lo que se quiere contar y la naturaleza del instrumento expresivo. Los museos son experiencias más visuales y más textuales y en principio más fáciles de contar.

Creo que el tipo de esfuerzo que exigirí­a construir una narración a la altura del espectáculo merecerí­a la pena hacerlo para una novela, pero no para un blog (la prosa de un blog tiene más de comunicación que de literatura, me parece; predomina la frescura sobre la elaboración; es una prosa más efímera y más pegada a la actualidad; emplea una ecuación fondo/forma bastante distinta a la del texto literario; una bitácora tiene más de periodismo que de literatura, me parece). Así­ que en fin, aquella pieza de danza que tanto me gustó se llamaba Roaratorio y era un espectáculo difí­cil de describir, con un punto minimalista tipo Bob Wilson (no en vano la música es de John Cage) e inspirada de forma muy libre en Finnegans Wake, de James Joyce (la pieza musical de Cage se llama Roaratorio, an Irish Circus on Finnegan’s Wake).