La frontera entre lo sublime y lo ridí­culo

Veo en El Paí­s la noticia de una modelo que fue arrestada por posar desnuda en la sala de armas del Met (el muy respetable Museo Metropolitan de Nueva York) para el fotógrafo Zach Hyman y al empezar a leer la noticia pienso que hay algo refrescante en la propuesta.

Al parecer, Hyman ya habí­a fotografiado a modelos desnudos en otros espacios representativos de la Gran Manzana neoryorquina como el Metro o Times Square para su exposición titulada Decent Exposure en la que reflexionaba sobre el desnudo en el espacio público y trataba de reflejar las reacciones de los espectadores. La cosa es que fotógrafo y modelo entraron en el museo acompañados por un cámara de la cadena NBC, de forma que la escena quedó inmortalizada y se puede ver en una entrega del programa Just Enough (en inglés), pero bastante distorsionada por aquello de la prohibición de mostrar desnudos en los medios norteamericanos.

La idea del fotógrafo, que desde un punto de vista metafórico o literario resulta sugerente (la piel desnuda delante de esas armaduras medievales brillantes, protegidas bajo sus vitrinas o junto a los desnudos de las esculturas clásicas), me parece que termina quedando convertida en una provocación tonta, de niño que enseña el culo a las niñas de un colegio de monjas, pero encima hace todo un montaje para no tener problemas y para darle un barniz de experimento sociológico. Basta con ver el vídeo: fotógrafo y modelo entrando en el museo de la mano como si fueran una pareja… y luego en la Sala de Armas del museo el tipo de rodillas sacando fotos y una especie de gota borrosa gigante bajo la que se adivina el cuerpo desnudo de la modelo.

Aunque la noticia se daba en una sección llamada “Just Enough” que vendrí­a ser algo como “¡Demasiado!” (el reportaje del tal Kent Jones está muy bien hecho, por cierto; los elementos y el orden elegidos son los idóneos; habrá que seguirle la pista al The Rachel Maddow Show de la NBC) yo creo que deberí­a llamarse “Hardly Enough” o “Apenas suficiente” o en plan ya un poco más castizo, “La hora del quiero y no puedo”.

Por supuesto, cabe decir que esas limitaciones tienen que ver con la normativa de los medios de comunicación de un paí­s tan puritano como los Estados Unidos, pero eso ya lo sabí­a Hyman, consciente de la que se montó con el “incidente” del pecho de Janet Jackson en la Superbowl de 2004.