Los abrazos rotos: Entre todos la mataron y ella sola se murió

Esto no es una crítica (ni tampoco una pipa), sino más bien una reflexión personal en voz alta, de manera que el texto que viene a continuación no es ni lo sistemático ni lo completo que se debe esperar de una crítica de cine profesional. Además, como no quiero estropearle la película a quien no la haya visto, no entro mucho en detalles respecto a la trama, razón por la que algunas explicaciones pueden parecer poco explí­citas.

abrazo

Las pelis de Almodóvar -ya se sabe- tienen un punto de culebrón y los culebrones, como género, descansan sobre dos bases fundamentales: la intriga, es decir, las ganas de conocer el siguiente giro argumental y la implicación emotiva del espectador respecto a la muy emotiva trama y situaciones descritas (un huérfano, una mujer violada o que recibe maltrato, alguien que oculta un pasado oscuro, etc etc, una mujer infiel).

La última cinta de Pedro Almodóvar no termina de funcionar en lo que se refiere al argumento, no sé si porque tiene un regate de más (como decía Juan Carlos Suñén) y no ha rematado a tiempo y su oportunidad se le ha pasado, o porque tiene uno de menos y el tiro no ha llegado a puerta.

En lo que se refiere al argumento, llega un momento en el que tienes claro de quién es hijo el chaval (aunque no se haya visto aún) y que en realidad no te importa demasiado cómo se fraguara la “traición” respecto a la suerte de la película. Quizá el fallo esté en la mezcla de contenidos/estilos. La peli tiene algo de Lolita (la historia entre Penélope y Jose Luis Gómez; destruir lo que amas etc), una vertiente más poética/intimista (la escena de la foto del beso en pantalla grande, la exploración del mundo de un invidente) y mucho del desparrame y el aire socarrón de otras pelis de Almodóvar (el estilista gay brasileño, la asistente cheli), pero la mezcla (el gazpacho, por usar una imagen de Almodóvar) no termina de cuajar, al menos para mí como espectadora.

Creo que el problema está en que el director se ha metido en un tono/enfoque demasiado contenido (cosas de la edad, supongo) que combina mal con el lado esperpéntico/gamberro/barroco/excesivo que siempre ha tenido. Es como si se hubiera vuelto de repente maduro, clase media y elegante y no hubiera sido capaz de integrar su lado movida madrileña, gamberrismo, bajos fondos, gente sin pasta. Ejemplo de esa madurez es que por primera vez hay un personaje masculino importante que es positivo (el director de cine ciego).

Por otra parte, creo que si uno analiza las pelis de Almodóvar en plan muy mental, casi ninguna sobrevive. El suyo es un cine más de vísceras, que te llega o no te llega a nivel emocional (otra cosa es que uno pueda analizar qué tipo de resortes tienen más probabilidades de llegar a cierto tipo de espectador). Por eso a mí en Inglaterra me gustaban mucho más sus pelis que cuando las veía aquí.

Eso sí, la fotografía y el trabajo visual están muy bien. Y los actores, en líneas generales. Me chirrió la parte en la que Blanca Portillo se confesaba a golpe de gin tonic, porque era demasiado “de libro”, demasiado exagerado (frase-trago; frase-trago; frase-me he quedado sin trago y voy a por más).

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Es posible que publique otra “no-crítica” de Los abrazos rotos, esta vez positiva, si El roto de todos los descosidos se anima a escribirla. Seguiremos informando.