o Santa Elsinora del Buen Retiro, la santa nerviosa
(Esta es la tercera y última entrega de la serie. Artículo 1 aquí y artículo 2 aquí)
Me entregué a la apertura de canales con energía, acción y frase redundantes, ya que los canales precisamente están destinados a canalizar la energía, pero en fin, concentrémonos en la cosa. La posición no era muy difícil en sí, sobre todo para alguien acostumbrado a cosas como controlar la posición de los isquiones, el sacro, llevar el ombligo a la columna, practicar la respiración lateral mientras una tacita imaginaria reposa sobre las abdominales, o nadar con camiseta, paletas en la manos o las piernas cruzadas en una piscina de 25 metros y no morir en el empeño, pero me estaba resultando difícil mantener las piernas y la cadera ligeramente flexionadas, como nos pedía a cada rato el instructor, argumentando que así era más fácil tener una posición relajada.
Por más alumna aplicada que soy la asignatura de la relajación siempre me cuesta y de hecho la obligación de tener que adoptar esa postura “relajante” no me relajaba nada y notaba las piernas cada vez más cargadas. Imagino que las dos niñas de unos ocho años que había a mi izquierda, en la zona de practicantes avanzados, que no paraban de hablar, reír y moverse tuvieron parte de responsabilidad en mi nivel de tensión. Iban con alguno de los adultos que había junto a ellas, pero no pude descubrir con cuál ni por tanto decirle unas palabritas sobre su educación. Y por otra parte, el paso continuo de domingueros con o sin perros y con o sin niños que se nos quedaban mirando como si fuéramos las fieras de la (antigua) casa de fieras, tampoco ayudaban a mi relajación, ni tampoco el frío pelón. Pero ya se sabe que estas cosas de la cultivación espiritual no son fáciles, como nos enseñó ese pozo de sabiduría que es Karate Kid o las historias de El Pequeño Saltamontes. Así que ahí estaba yo, tratando de hacer las posturas de Falun Gong como quien se enfrenta a unas oposiciones, voluntariosa pero nada relajada.
En honor de un mejor transporte del chi y por un cierto arrojo torero propio de la gente castiza, me había puesto a practicar sin los guantes, pero al rato, con dos grados sobre cero, y con ambos brazos superiores levantados y casi inmóviles decidí que terminar con las manos congeladas no sería bueno ni para mi chi ni para mi futuro taurino (como editora Freelander 4X4 no ando tan lejos de ser bombera torera), así que me los puse. Justo en ese momento el instructor explicaba que en el caso de las mujeres la mano derecha debía ir por debajo de la izquierda y al revés en los hombres, cosa que ya había leído en otros sitios y que se basa en que las mujeres según la cultura tradicional china somos yin y los hombres yang y tal y pascual, pero a mí esto me molesta un poco, porque no creo que todas las mujeres sean comparables ni tampoco todos los hombres (y porque no me gusta el papel sumiso, secundario y pasivo que nos asigna la tradición china) y por eso no termino de asimilarlo, pero en fin, pensé que no era momento de sacar la vena feminista y obsequiar al pobre chino de escaso dominio del español con una encendida charla sobre la igualdad de géneros (aunque seguro que me habría hecho entrar en calor :-). De forma que fui progresando adecuadamente, con esporádicas correcciones del profe, pero siendo tan consciente de que necesitaba relajar la postura como incapaz de lograrlo. Fuimos avanzando en los movimientos y en sus repeticiones y llegamos al momento de la meditación.
He aquí la parte más complicada, pese a ser la más simple, porque tenías que quitarte los zapatos (pese a los dos grados sobre cero) y sentarte sobre una esterilla en la posición del loto o del semiloto y permanecer cuarto de hora con los brazos extendidos a la altura de los hombros y después media hora con las manos en el regazo. Otra vez el arrojo torero me la jugó, porque quise hacer el loto completo ya que mi flexibilidad me lo permitía.
Para quienes no lo sepan, el loto completo es la típica posición sentado en el suelo con las piernas cruzadas y los pies sobre los muslos contrarios. Los pequeños problemas que tenía eran que mi flexibilidad me permite hacer el loto completo algo así como cinco minutos en una habitación climatizada y no por supuesto cuarenta y cinco minutos, inmóvil sobre una fina esterilla dispuesta sobre un suelo congelado y desigual y a merced del aire gélido. El profe nos pedía que permaneciéramos en aquella postura y con expresión bondadosa y serena, dejando la mente en blanco, pero al mismo tiempo siendo conscientes de que estábamos meditando.
Mucho más fácil decirlo que hacerlo, porque a ver quién es el guapo que sonríe con cara bondadosa y serena cuando las tibias se te clavan en los muslos, cuando notas que los pies se te están congelando por la inmovilidad y la postura y tienes dos niñas que no paran de reír y parlotear mientras sus padres están demasiado sumidos en la meditación bondadosa y serena como para mandarles callar de forma serena y bondadosa (o de otra forma cualquiera, si a eso vamos).
Aguanté unos diez minutos en posición de martirio ortodoxo modalidad Falun Gong, tratando de centrarme en algo que no fuera mi propio malestar, pero luego decidí que el mundo podía vivir sin una Santa Elsinora del Buen Retiro, y que más valúa restablecer la circulación sanguínea en mis piernas antes de que me las tuvieran que amputar. Empecé a mover los dedos de los pies, primero discretamente y luego con cierto vigor y al adoptar la segunda postura de meditación cambié a semiloto (puse uno de los pies debajo del muslo contrario) y traté de dejar la mente en blanco como pedía el profesor pero al mismo tiempo siendo consciente de que estaba meditando. Y diréis que cómo se come eso, en mi caso me limité a sacarle el jugo a la comodidad relativa de la postura nueva, respiré hondo y sonreí de forma semiserena y semibondadosa al notar cómo progresivamente ambas piernas inferiores recuperaban cierto calor y cierta sensibilidad y mientras me alegraba de que aquellas niñas tan maleducadas no fueran nada mío y fuera a perderlas de vista en breve.
Al terminar la cosa y ponernos de nuevo los reconfortantes zapatos, el profe nos estuvo contando a la rubia y a mí algunos aspectos de la historia del Falun Gong. Dijo que llevaba ocho años practicando y que desde que lo hacía le bastaba dormir cuatro horas para estar lleno de energía, que nunca cogía catarros o gripes y que por otra parte lo más importante de esta disciplina era la parte espiritual basada en la práctica de la Verdad, Compasión y Tolerancia. Su tolerancia al frío y a las niñas ruidosas y los mirones y los perros explicaba parte de los beneficios físicos y espirituales de la práctica, era evidente, pero viendo sus labios completamente cortados pensé que poco efecto tenía aquella práctica para proteger su piel.
Le di las gracias al instructor, cosa que le sorprendió mucho y me marché a casa deshaciendo el camino hasta las vacas de la Cow Parade (que me parecieron más feas que a la ida). No sabría evaluar el efecto de la práctica, pero al mirarme en el espejo en casa me pareció que tenía la cara tersa y relajada que me dejan los masajes, pero ignoro si fue por la práctica en sí, por el efecto del frío en la cara o por el alivio que representaba regresar a casa, a una temperatura y unas posturas más agradables y sin niños chillones ni perros ladradores en las inmediaciones.
Cuando escribo esto también es domingo, léase día de práctica, pero como llovía y tenía pendiente mi relato, en lugar de plantarme en el Retiro he preferido practicar mi sonrisa serena y bondadosa frente al teclado del ordenador, para relataros esta aventura. Y me he puesto cacao los labios, no sea que se me corten y mi sonrisa pierda efecto.