Todos somos raros

En aquella universidad habí­a gente de todo tipo, altos, bajos, negros, blancos, esquimales, pakistaní­es, vestidos de saldo de mercadillo, vestidos de mercadillo por su peor enemigo, por un daltónico, por el dueño del armario de los Roper, por alguien con problemas para distinguir las tallas o para saber que la ropa en invierno debe abrigar… Personas peinadas por un jardinero, con sus plantas trepadoras cayendo de la frente, derramándose por la barbilla, adultas que parecí­an niñas (pitufas, en realidad), niñas que parecí­an niñas tratando de parecer adultas. Chicos que parecí­an chicas, asiáticos que parecían seres a punto de disolverse según caminaban y -esto sólo lo supongo- una tipa alta y grande, algo sosa en colorido, textura y actitud corporal y bastante impertinente, mirándolo todo sin parar. Pero en fin, en medio de aquella gente tan extraña, yo, persona también extraña, empecé a tomar conciencia de que estamos en la era de Acuario. Es decir: ¡es precisamente eso! Todos somos raros. No hay algo que esté bien: vestir blusa y pantalón combinando los colores y en una talla razonablemente parecida a tu tamaño, zapatos de la estación, bien hechos, y de tu talla, con la forma del puente bien hecha y sus tacones. Estudiar en la universidad con veintialgo o treinta y algo. Todos somos raros, sólo que algunos tenemos una rareza, ¿cómo decirlo?, más estándar, lo que significa más extendida en el lugar del que provenimos, ni más ni menos.

2 respuestas a «Todos somos raros»

  1. Más, más, queremos más: con sus fotos, con su actualización, con chicha… y con sus rarezas.

    Cuando puedas, eso sí­. Abrazos.

  2. ¡Me has matao! Te juro que uno de los capitulos de Barrio Sesamo de mis enanos se titula así y viene a decir lo mismo que tu, que todos somos raros. Me acuerdo que una cancioncilla que ilustra el capitulo concluía con la frase ¡ y qué le voy a hacer!
    Pues eso, viva la diferencia, como dicen los franceses.

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