¿A quién quieres más, a mamá o a papá?

Al final me he decidido por el Pilates en detrimento de la Técnica Alexander. Así­ que imagino que ha ganado papá sentido común frente a mamá fascinación. De momento sólo he ido a una clase, individual e introductoria con “El chino que me achuchó”, también conocido -en clave más de literatura contemporánea de cejas altas- como El chino del dolor.
Me refiero a un fisio titulado y monitor de Pilates muy eficaz pero con exceso de celo que ejerce cerca de casa en un centro de lo más mono, con sus cascaditas, sus piedras blancas y su decoración oriental (el centro, no él). Su exceso de celo y su afán de retar a mi umbral del dolor le hizo aplicar demasiado fuerza un dí­a durante un masaje y me dejó perjudicada durante tres días. Hasta entonces estaba encantada con él, porque además de competente, era muy atento, detallista, tení­a una piel muy suave y usaba una colonia bastante agradable, aunque eso sí­, era siempre bastante vigoroso en sus técnicas para descontracturarme. En la última sesión se ve que el chino que me achuchó habí­a tomado doble dosis de Colacao y supuso que yo también y me aplicó demasiada fuerza en una contracturita de nada.

Afortunadamente, mi fisio de cabecera me solucionó la papeleta: me relajó la zona afectada y estimuló la producción de endorfinas en la zona, que tienen un efecto analgésico, mediante un aparatejo con electrodos que creo que se llamaba TENS. Le comenté a mi fisio de cabecera que querí­a hacer Pilates con el del exceso de celo en cuanto estuviera recuperada, que si le parecía adecuado o le mandaba al rinchi después de aquel “desliz”. Me dijo que como en Pilates no te manipulan, no habí­a problema. Así que ahora que estoy lo bastante bien para hacer ejercicio me fui para donde las cascadas, y las piedras blancas y la decoración oriental. La sesión de Pilates, que ha durado una hora, me ha gustado y se me ha hecho corta.

Básicamente te enseñan a respirar (espirar cuando haces el esfuerzo muscular o cuando estiras), a usar el aparatejo (el Reformer, en mi caso, una especie de camilla de remo con muelles) y te insisten en el tema de controlar el movimiento desde el centro de poder (los abdominales, la parte baja de las lumbares y los glúteos) y centrarte en el movimiento y no mover nada que no deba ser movido.

Algunos movimientos parecen imposibles hasta que los empiezas a hacer y otros parecen tirados y te acaban dejando con agujetas. La parte de levanta el sacro me ha resultado bastante difícil de hacer, a pesar de que a estas alturas ya sé lo que es, porque una cosa es identificar y otra saber mover un elemento tan a trasmano, pero al final he sido capaz.
Un pequeño paso para la humanidad pero un gran paso para este ser humano. Mueve el sacro, inspira, espira. Inspira, espira.

Y ya puestos a inspirar y espirar y mover cosas llevo una semana larga yendo a caminar a diario al Parque de Santander, el polémico parque donde Esperancita (sí­, la que tanto quiere a Albertito) instaló un minicampo de golf de pago en un distrito con muy pocas zonas verdes y escasas instalaciones deportivas públicas. (Artí­culos sobre la polémica aquí y aquí­).

El recinto tiene fallos importantes de concepción y trazado (los de CQC hablaron del tema; es básicamente un secarral en verano, no está diferenciada la zona para correr de la de paseo, la cafetería es una caja acristalada que reproduce el ruido como una caja de resonancia, la vegetación es sobre todo de plástico; el origen del circuito no está junto a ninguna de las entradas; la empresa concesionaria del golf se dio a dedo…), pero está muy bien para ir a correr o hacer marcha. Cada dí­a me voy para allí con mi música y me hago unos cuatro kilómetros caminando deprisa, a ser posible bajo el sol (hemos tenido una semana soleada) y centrándome en mantener la espalda erguida y los hombros relajados, no vaya a ser que haga oposiciones a una nueva contractura. Así que en realidad practico la Técnica Alexander a mi manera, o en círculos reducidos como decí­a aquel y el Pilates de manera oficial.

Como Chamberí­ es España, una de las aficiones locales en este parque es caminar por la zona destinada a correr, de manera que los que corren o los que hacemos marcha tenemos que estar pendientes de sortear a los que deciden pasear al perro justo por ahí, o pararse a ver una flor de un lateral, o a los que arrastran una silla de ruedas de algún pariente o las niñas con sus patines rosa de la Barbie y dudoso equilibrio.

Y como Chamberí pertenece al planeta Tierra, el ochenta por ciento de la gente que viene a correr parece ignorar las leyes de la fí­sica y de la anatomí­a del movimiento y se dedican a adelantar la cabeza o el tronco o a desequilibrar lo más posible un lado del cuerpo respecto al otro. Produce dolor sólo verlos, pero eso sí­, las pulsaciones las tendrán perfectas, así como la marca del chándal y las zapatillas. Seguro que les pides que muevan el sacro y ni flores.

El catarro, por otra parte, casi ha desaparecido, así­ que inspiro-espiro con mucha soltura. All together now, inspira, espira.

4 respuestas a «¿A quién quieres más, a mamá o a papá?»

  1. Jamía, y yo sin saber ni donde tengo el sacro. Cualquier dí­a por no enterarme. En fin, que le vamos a hacer. Menos mal que estás tú para mantenerme informada, que de vitaminarme y mineralizarme ya me encargo yo.
    Mil besos, guapa y ojito con contracturarse otra vez.

  2. Quería decir que cualquier dí­a “me multan” por no enterarme.
    Que me voy a cenar, que si no me como hasta las palabras por lo que veo.

  3. ¡Dónde vamos a ir a parar! Circulando sin conocimiento del sacro… Si es que de verdad.

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