Londres: El retrato de la vida moderna

Habí­a pasado el día por Central London, cámara al hombro a pesar de la contractura, viendo esto y aquello. Lo penúltimo fue una visita a la Hayward Gallery donde exponían una colectiva bajo el lema “El retrato de la vida moderna” (The Painting of Modern Life: 1960s to Now, traduzco “retrato” en lugar de “pintura” porque el objetivo de esta iniciativa es retratar como lo hacía Toulouse Lautrec y no pintar en sentido amplio) con gente como Andy Warhol, Gerhard Richter, David Hockney, Pistoletto, Peter Doig o Richard Hamilton.

El marco para la exposición parte del libro de Charles Baudelaire “El pintor de la vida moderna” (1863) en el que el crítico y poeta francés exhortaba a los pintores de la época a abandonar la pintura académica para dedicarse a retratar lo cambiante, contingente, es decir capturar el carácter incipiente de la vida moderna.

Algo menos de cien años después, un puñado de artistas artistas de diversos países decidieron romper con el arte abstracto, que para entonces se habí­a convertido en una nueva forma de pintura académica, para crear lienzos que retrataran el paisaje social de los tiempos por medio de la traducción y, en cierto sentido, la reinvención de la imaginerí­a fotográfica. Desde 1963 para acá esta forma de acercarse a la fotografí­a se ha convertido en una de las más influyentes en la historia de la pintura contemporánea según el director de la Hayward (la explicación anterior, por cierto, es también traducción del catálogo de la exposición).

La muestra tení­a cuadros realmente interesantes, unos cinco o seis de unos cuarenta, pero sobre todo me gustó mucho verla porque lo que ahí­ se discutía era algo que me apelaba también a mí­ como escritora: la llamada a representar el presente.

Tras la exposición de la Hayward me pasé por la National Gallery y estuve navegando por la red de recursos didácticos multimedia de la galerí­a, tranquilamente aposentada, dado que apenas tení­a unos minutos libres y dado que el día anterior habí­a estado allí. La plataforma te permite búsquedas por pintores, por épocas, por títulos, de una manera muy intuitiva, seleccionando opciones en la pantalla táctil. Saqué algunas ideas para aplicarlas en un momento y descubrí una errata, cosa que me devolvió a la mente mi deformación profesional carapantallil.

Al rato me encontré con una amiga de Taiwán con la que había quedado para ir a cenar. Terminamos en un restaurante chino muy chino de Leicester Square, el preferido de mi amiga, en el que comimos muy bien pero en el que si nos descuidamos además de colocarnos la servilleta casi nos dan de comer con el tenedor (bueno, con los palillos).

La comida era muy buena, el servicio muy servicial pero la sensación de que uno se habí­a vuelto un abuelito no te la quitaba nadie, con esa maní­a de apresurase a llenarte la taza de té y abrirte la servilleta y demás. Se ve que los buenos restaurantes chinos tienen esa tendencia a la “senilización” del cliente. Mi amiga se comunicaba con los camareros en chino (ignoro si cantonés o no; creo que se lo pregunté, pero no me acuerdo de la respuesta) y la mayor parte de los clientes eran chinos.