Este no es mi Madrid que me lo han cambiado (II)

Tras consultar a diversos fisios y osteópatas de aquí­ y allá, andaba yo decidida a apuntarme a yoga para aprender a relajarme un poco y para empezar a fortalecer mis músculos menguados por el efecto “carapantalla”. Tras un cierto trabajo de campo, finalmente me decidí­ por un lugar cerca de casa, especializado en yoga y bastante grande, y por la modalidad yoga terapéutico (no en vano soy Elsinora Contracturas, de igual manera que habí­a una Davinia Pelu y Maqui). La cosa es que yo me esperaba algo en plan minimalista y ascético: una esterilla, la profesora, y aprender eso del saludo al sol y las extrañas posturas que todos asociamos al yoga.

El centro de yoga de marras tiene una alta proporción de profesores extranjeros y de hecho muchas clases la dan en versión bilingüe español/inglés, cosa que me hizo pensar que si se cuadraba con mis intereses (materia y bilingüismo) me servirí­a para matar dos pájaros de un tiro: mantener el inglés al dí­a al mismo tiempo que me poní­a en forma.

Se ve que soy optimista por naturaleza y que aún no he quedado escarmentada del desconcierto que te puede producir aprender algo complejo en un idioma que no terminas de dominar. Lo digo sobre todo porque el primer año en Londres me apunté a clases de percusión afrocubana y medio aprendí a tocar las congas y los bongos en unas clases que impartía en inglés un chaval de Barcelona. Me lo pasé muy bien, pero resultaba bastante desconcertante.

La cosa es que aunque no estaba del todo recuperada de mi contractura, decidí­ probar el yoga terapéutico bajo la dirección de la profe, de origen italiano. En secretarí­a al matricularme me dijeron que era una clase estupenda y que le advirtiera a la profe lo de mi dolor de cuello y demás.

Así­ lo hice y la profe era muy receptiva y paciente, o sea que debí­a tener todos los chacras en su sitio y el pie derecho tan receptivo a la reflexologí­a como el derecho.

En fin, fuimos a la sala y yo que esperaba que la cosa consistiera en coger una esterilla y ya está, escuché con asombro que tení­amos que coger cuatro mantas, un cinturón, y dos bloques/ladrillos de corcho. Pensé que aquella parafernalia iba a resultar demasiado para una primera clase y que los elementos me vencerí­an y por supuesto me estresarían un montón.

Pero la verdad es que me fui apañando -no sin estrés-, sobre todo gracias a que como era puente éramos muy pocos y la profe estuvo muy pendiente de mí­.

Salí­ muy relajada de cara (según la profesora) pero con un cierto nivel de agujetas, cuya sensación se parecí­a peligrosamente a la de las contracturas, pero con la particularidad de que cedí­a a los dos dí­as, en lugar de quedarse a vivir como las otras.

6 respuestas a «Este no es mi Madrid que me lo han cambiado (II)»

  1. Jamí­a, resulta extraño pero que stress me entra de pensar en mantas, cinturones y ladrillos de corcho. Y eso que es una clase de yoga.
    Será que eso no entiendo.
    Apúntate a Estrellita, mujer, que eso si que relaja.
    Besossssssssssssss

  2. El “aparataje” tiene connotaciones de prisión o de albañilerí­a, pero la verdad es que cuando aprendes a usarlo sí que relaja…
    Y a ver si me pasas el teléfono de Estrellita, by the way.
    Besos.

  3. Hola Elsinora!!!
    Sigo con mucha emoción, y cierto enganche, tus andaduras por el mundo. Y con la lengua fuera casi estoy al dí­a! Antes de irte a Londres ya eras muy inquieta y variada en tus intereses, que además haces más interesantes, pero me parece que allí te has abierto a disciplinas mas intuitivas que racionales. Está bien porque, según parece, lo racional conforma parte del pensamiento intuitivo, y lo intuitivo parte del racional. Y espero que entre todos te ayuden con tus contracturas. Un beso hermosura!!!

  4. Cierto, Pirilampo, los caminos de la perplejidad son inescrutables, así que un dí­a le doy a Descartes y otro a la armoní­a de los chacras, pero por el momento sigo en fase Mi no entender. Será que mi inconsciente no quiere que rebautice el blog…

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