Resonancias IV

John pareció encajar bien el fin de su teoría canina. De hecho, al rato decidió volver a la carga con una variación musical nueva. La nueva estrofa decía que las arañas no se pueden sentar. Que la única manera de conseguirlo es darles con un martillo. Aquello hizo resonar en mi memoria un chiste muy antiguo que asociaba el número de patas de las arañas a su capacidad auditiva (se las iban arrancando, y cuando sólo le quedaba una se comprobaba que la araña no obedecía a la orden de “¡araña, anda!” y se concluía que las arañas tienen los oídos en las patas) que por lo absurdo a mí me hacía mucha gracia cuando tenía doce años (incluso recuerdo haber hecho un comic con diapositivas en papel vegetal para clase; siempre he sido un poco rara; recuerdo además que alguien pensó que se trataba de un ventilador y no de una araña  y que eso me molestó mucho, pero a ver quién distingue un dibujo del tamaño de una diapositiva), pero me pareció muy complicado explicarlo y me limité a sumar mi risa reminiscente a las risas nuevas.
El tema Irlanda era uno de los más comentados y eso me recordó mi tema para la “dissertation”, de manera que mientras John imitaba acentos y explicaba curiosidades caninas varias –era del tipo “showman que escucha poco”- estuve contándole a Frank, muy interesado y entendido en cuestiones sobre Irlanda a pesar de ser inglés, que mi plan para la tesis era comparar dos traducciones al español de un capítulo de Ulises (Ulysses) de Joyce. El tema le interesó mucho y me habló con entusiasmo de la “poetry” del dublinés y me dijo que la palabra clave era “resonance” (como músico, barría para casa). Al ver que sus referencias eran muy cultas le pregunté si había leído el Ulises entero y por qué sabía tanto sobre literatura.

Continuará