Y sin embargo sigo viva

Por si alguno se lo preguntaba, puedo declarar y declaro que estoy viva, aunque algunas fuerzas del mal hayan intentado neutralizarme de diversas maneras a lo largo del último mes.

En el primer puesto de mi top ten de malos malísimos está el comando “tonto l’haba”, unos obreros sui generis que han tenido a bien acompañarme las últimas semanas con sus golpes y gritos desde los andamios del patio interior de mi casa. Discuten a voces todo el tiempo, dejan caer utensilios y cascotes desde los pisos más altos y sobre todo dominan el arte de poner el andamio justo en la salida de nuestra caldera de manera que nos han dejado sin calefacción ni agua caliente unas tres semanas en pleno invierno, gesto que nunca les podré agradecer lo suficiente…

Figurilla de obrero
Así me imagino al tonto l’haba; Carlos Marín – Pixabay

Lo de “tonto l’haba” es porque uno de ellos con cierta voz de pito se empeña en insultar a otro que está unos pisos más abajo con este calificativo como del siglo XIX, gritando muy alto y de forma muy repetida. Al parecer, según me contó mi hermano, hace unas semanas tuvieron una discusión muy interesante sobre la definición exacta de un ladrillo doble o algo semejante y el de “tonto l’haba” consideraba que el otro tení­a muy poco futuro en la construcción si no distinguía un ladrillo doble de un no sé qué.

Yo no sé si tienen futuro o no en el mundo de las reformas, pero espero que ese futuro sea lo más lejos posible de mí­ y así poder echarme siesta sin estar en medio de un festival de golpes, dormir hasta después de las ocho de la mañana en vacaciones, y cosas exóticas como tomar un baño caliente.

Pero estos deseos van a tardar en cumplirse porque el dueño del piso justo encima del nuestro ha decidido aportar su granito de arena y lanzarse a hacer obras al mismo tiempo.

Festival del horror…