No intentes hacer esto o El teclado postizo

Escribo desde una prótesis made in China. El original puede que también fuera made in China, pero al menos era el teclado original de mi portátil. Lo gracioso es que el nuevo “keybord” hace duelo por el antiguo, no dispone de eñe visible pero detecta una eñe donde el antiguo la tenía y envía el impulso a la pantalla. Es como si el miembro amputado continuara con una vida fantasma.
Y os preguntaréis ¿a qué viene la prótesis? Es un poco embarazoso, incluso para la prima de Mister Bean, ya que en asuntos como no poner líquidos cerca del ordenador Elsinora suele ser bastante prudente. Por algún motivo el sábado pasado no lo fui: puse un vaso de Cocacola light cerca del teclado y no contenta con ello, obediente al imperativo de la ley de Murphy, le di un codazo. En mi defensa puedo decir que he pasado varios días en cama, con faringitis y que probablemente aún estoy algo atontada. Reaccioné rápido, lo sequé, lo puse bocabajo y demás y el cacharro aparentemente funcionaba bien a pesar de todo (la mayor parte del líquido cayó fuera del portátil, afortunadamente). Se encendía y apagaba con normalidad, todos los iconos aparecían y los programas se abrían bien. Incluso estuve viendo en él el DVD de School of Rock (Escuela de Rock), de Linklater, un director que me gusta bastante (esta peli en concreto es un poco chorras, pero tiene su punto), después del “accidente”. Pero al abrir el ordenador el domingo por la mañana y tratar de actualizar el blog vi que algunas teclas no respondían. O peor, respondían a su manera, como si tuvieran vida propia, una “e” por ejemplo incluía varias admiraciones y una “u” de regalo. Se había vuelto imposible escribir con normalidad, ahora todo tenían que ser exclamaciones, onomatopeyas, exabruptos varios, salvo algunas letras que escaparon al accidente. La cocacola había liberado a las teclas de la tiranía del controlador-censura y ahora se expresaban con libertad, con grititos entrecortados.
No hace falta que diga que me entró un cierto pánico y una obsesión con pasar el secador sobre las teclas. Había leído que era aconsejable para secar en lo posible las conexiones, siempre que no estuviera muy caliente. No sirvió para mucho, a pesar de que por algún motivo yo estaba convencida de que se iba a acabar arreglando. Que las teclas volverían a su ser en cuanto se secaran, cosa que iba a suceder pronto, muy pronto. Y entonces encendía y veía con incredulidad que las teclas seguían sin responder. Y lo apagaba y esperaba un rato. Y abría la ventana para que se ventilara (!!!) y lo volvía a encender convencida de que si no todas al menos algunas teclas se habrían secado ya y todo volvería a funcionar poco a poco. Se ve que he visto demasiadas películas de Disney de pequeña o que sigo con décimas de fiebre por la faringitis.
Como un error conduce a otro habitualmente, y arrastrada por las ganas de B de ayudarme, y por el impulso de hacer algo, asentí a su propuesta de abrir el ordenador para ver si el teclado estaba visiblemente mojado y lo podíamos secar y arreglar. Empezamos a quitar tornillos despacio y con cautela, pero nos detuvimos al descubrir que el teclado va pegado a la zona de los circuitos: ni su locura copernicana ni mi visión lunática misterbeaniana son tan grandes como para internarnos ahí.
En todo caso, todo parecía estar normal en esa parte, salvo que la rejilla del ventilador tenía polvo. Decidimos cerrarlo. Y por supuesto eso supuso entrar en el maravilloso mundo de los tornillos que aparentemente son iguales pero en realidad son de cuatro tipos distintos (B distinguía tres, pero en realidad había cuatro). Parecía que lo estábamos haciendo bien (habíamos ido recopilando tornillos cuidadosamente) pero al final el tornillo último no casaba con el último agujero. Probamos distintas opciones, pero ninguna terminó de funcionar. El agujero sin completar no era uno comprometido, porque justo al lado había otro que estaba bien ajustado, pero aún así quedó claro que habíamos hecho una tontería, yo especialmente como propietaria del objeto “a arreglar”. Además de no arreglar nada, no habíamos sido capaces de restituirlo a su estado anterior. Pese a todo, afortunadamente el portátil seguía funcionando como antes: todo normal salvo la mayor parte de las letras del teclado -no habíamos tocado nada, en realidad-, pero el conjunto estaba menos compacto que antes y supe que tendría que moverlo con cuidado en lo sucesivo. Nada más absurdo que un portátil que no puedes mover. Bueno sí, un portátil que no puedes usar ni mover.
Al final me he comprado el teclado prótesis (6 libras; es USB, se puede instalar sin necesidad de usar tu teclado antiguo para configurarlo o aceptar las opciones; es con cable porque no quiero tener que preocuparme de las pilas), propuesto firmemente no poner líquidos cerca del ordenador y hacer copias de seguridad con mucha frecuencia: no quiero ni pensar qué habría pasado si la Cocacola hubiera afectado al arranque o dañado los archivos.
En fin, si cuento este vergonzoso capítulo y lo hago con tanto detalle no es por un masoquismo exhibicionista sino con un propósito preventivo, como en los anuncios de coches que vuelan sobre otros: no intentes hacer esto. También me lo digo a mí misma: no intentes hacer esto again.

4 respuestas a «No intentes hacer esto o El teclado postizo»

  1. No te preocupes, no es tan vergonzoso, a todos nos ha pasado algo similar alguna vez.

    De hecho, creo que en la entrada de todas las fábricas de teclados hay un monumento a la cocacola, ante el cual el empresario deja flores en homenaje regularmente.

  2. Gracias. Es sólo que esta Misterbeanada no estaba antes en mi repertorio, pero en fin, tampoco es para tanto.
    Y cierto, seguramente los fabricantes de teclados le dan pasta a Cocacola para que anuncie su bebida en entornos de trabajo o junto al ordenata de casa. En muchas pelis se ve a la gente con el café, el té o la soft drink (como llaman aquí a los refrescos)y tecleando tan tranquilos…

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